La ventana de mi cocina da al patio trasero, a mi pequeño jardín.
A la izquierda, vive una higuera.
Mientras lavo los platos, a menudo me quedo absorta observándola.
Hace unos meses, cuando aún no le habían salido las hojas, me quedé prendada de una yema, con cara de duende. A punto estaba de beber una taza de infusión de daikon del día anterior cuando escuché en mi cabeza:
– «Arriésgate».
– ¿A qué? – me pregunté, pensando si se habría puesto malo lo que iba a beber…
– «A sentir».
Este fue el primer diálogo con la higuera del que fui consciente.
El primer fruto del aprendizaje de comunicación con la Naturaleza que he emprendido este año.
La fotografía de arriba es a su vez, el primer fruto de mi amiga y compañera higuera.
¡Celebramos juntas los frutos de nuestra interacción y lo compartimos con vosotr@s!
Abrazos.
Anael